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El tabernáculo de Alicia

  • Foto del escritor: Kevin Garcia
    Kevin Garcia
  • 27 abr 2020
  • 2 Min. de lectura

Ese día alicia sonreía como no lo había hecho desde muy pequeña ya que fue la primera vez que encontró el mayor refugio en los brazos del varón de sus sueños, su humanidad era tan pura como los lirios del jardín de su abuelo, lirios verdes que transforman ahora la piel frágil en algodón para su cuerpo lleno de ternura, con sus labios murmurando las palabras que hacen feliz a cualquier princesa enamorada del romance.


Se rompieron las murallas del corazón en unos días por la existencia del amor incomprendido, el varón salió de viaje al nuevo mundo para no volver nunca más, alicia no podía odiar al hombre que había robado cada sonrisa por muchos años, su corazón era tan blando como el cristal de cada gema hecha por sus antepasados, los ríos en su mundo se hicieron tan extenso de tanta tristeza y melancolía que ya no era necesario más invierno en el reino.


Han pasado más de 6 años en las cuales alicia lucha con el ejército del frente llamada las cruzadas de la ansiedad, donde acuden en las horas de descansos de la nueva reina del norte. En los momentos más difíciles solicitaba en su pensamientos retorcidos, la ayuda del varón ya que era tal costumbre luchar a su lado, en una noche de lucha contra el sueño alicia perdió la batalla, los días amarillos llenos de felicidad se convirtieron grises pensando en la muerte de sus más leales servidores que motivaban sus días en el pequeño tabernáculo.


Luego de su caída la pequeña alicia convivió con la hermana ansiedad formaron los mejores meses llenos de fiesta en el palacio, con los mejores banquetes de ansiolíticos, las danzas nocturnas con la madrina del suicidio, donde el anfitrión la muerte repartia las bebidas de azufre para terminar el sufrimiento. Alicia decidió llegar a la conclusión que a en muchas circunstancias no es necesario vivir en el "paraíso de la maravillas" para ser feliz, solo era necesario convivir con lo que la vida en ese nuevo reino le brindaba, la paz y el ritmo que hacía que la mantuviera en la constante lucha con el reloj del segundero más rápido del universo.


E.S

Pss. Nuestro primer relato juntos.


 
 
 

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